domingo, 13 de noviembre de 2011

Manuel Piñeio Losada, un gran jefe.

MANUEL PIÑEIRO LOSADA
MAR 11 XI



En una aniversario más de la muerte de Piñeiro, como todos sus subordinados lo llamábamos, he recibido este artículo de Nelson Domínguez, que describe breves momentos en su vida


Cuando iniciamos muestra actividad en el órgano que él dirigía (1967), lo primero que nos llamó la atención fue que pertenecíamos al Vice Ministerio Técnico, cuando muy pocos de los que estábamos allí sabíamos los secretos o teníamos habilidades en el manejo de la técnica.





Esa era una de las fórmulas para encubrir lo que realmente constituía el propósito de nuestra actividad y de la lucha de liberación en América Latina, de ahí que posteriormente el órgano se conoció como Liberación Nacional.

Muchos compañeros han escrito un buen número de anécdotas sobre esa etapa que iniciamos con el mayor cuidado conspirativo en casas aisladas en distintos barrios de la Habana, conociendo solamente a los compañeros que trabajaban contigo, que muchas veces no pasaban de siete u ocho, cuando en todo el trabajo estaban involucrados cientos de oficiales.

Era impresionante que Piñeiro llamaba a todos por su seudónimo, pues a pesar de tener numerosos subordinados recordaba el de cada uno y tenía un profundo conocimiento de lo que cada cual estába haciendo, lo cual no es fácil cuando usted está dirigiendo cientos de personas y estas realizan operaciones de gran complejidad y riesgo.

En todo aquel inmenso aparato, que yo recuerde, había una sola secretaria, Vidalina, aunque después comenzaron a surgir otras, pero muy controlado, cuando más una por Departamento y cada departamento tenía cerca de treinta oficiales.
La del nuestro le decíamos “Lulú” y puedo asegurar que nunca supe su nombre real.

La disciplina de la conspiración y la compartimentación era tal que como dije anteriormente, podía estar en un lugar donde hubiera oficiales de otros Departamentos y no percatarme de eso, pues no nos conocíamos y menos sabíamos lo que cada cual estaba haciendo.

Un ejemplo de eso es que estándo yo como Oficial Externo ( categoría de los oficiales que trabajaban como manto en instituciones civiles), trabajando en una institución de nuestro país, siendo ya miembro del Ministerio del Interior, se me acercó un compañero de la Contra inteligencia para reclutarme como colaborador.

Aunque yo ocupa un alto cargo en la institución “me negué” a ser reclutado para el Ministerio del Interior(¡ Ya yo era del MININT!), pues no quería “verme involucrado en esos asuntos”.

El compañero insistió y yo mantuve mi posición. Después recibí la aprobación de Piñeiro por esa actitud, además de que todo lo que yo informaba, si era de interés de la Contra inteligencia se le estaba trasladando, sin dar la fuente, como es natural.

El compañero nunca sospechó sobre mi trabajo real.

Néstor

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A continuación el artículo de Nelson Domínguez.



Recuerdos y semblanza de “Barbarroja”, el “Gallego” para Fidel

Su carisma personal era su característica por excelencia; el Comandante Manuel Piñeiro Lozada, “Barbarroja” (por el color rojizo de de su barba y melena desde la Sierra Maestra) era un verdadero ‘jodedor’ criollo, criollísimo.

Sin embargo, el Comandante en Jefe, que siempre le decía “El Gallego”, atendiendo a la procedencia de su progenitor, le encomendó personalmente el cumplimiento de serias, complejas, compartimentadas y sumamente difíciles tareas, al extremo que algunas sólo fueron del conocimiento de esos dos hombres. Piñeiro se las llevó con él a la tumba.

Dondequiera que se encontrara, siempre alrededor de él nos juntábamos un grupo de compañeros… ¡Era tanta la empatía que irradiaba!

Piñeiro era un jefe sumamente exigente, pero al mismo tiempo, y eso no era contradictorio para él, poseía mucho magnetismo, era muy afable, cariñoso e inspiraba, y daba a sus subordinados seguridad, intimidad, confianza y apoyo. Una vez le dije a Jorge Timossi, cuando le hizo un libro, por qué no escribió la verdad del lugar íntimo de su casa donde acostumbraba a despachar con algunos de sus subordinados, yo pasé una vez por esa mal oliente experiencia.

El Comandante, desde la Sierra Maestra, Manuel Piñeiro Lozada, “Barbarroja”, iniciado en el Partido Ortodoxo por Fidel en el local de la calle Prado, fundador de la Seguridad y del Ministerio del Interior, quién llegó a ser Viceministro, Jefe de la Inteligencia Cubana y de su Dirección de Liberación Nacional, era de suma entereza, hombría y a la vez campechano pero, también insomne desconfiado, franco, espontáneo, fácil y gran comunicador era “Barbarroja”, “El Gallego” para Fidel.

Lo vi, por última vez, tarde en la noche de aquel mismo triste día del 11 de Marzo de 1998 y hablamos, siempre con la simpatía para nada disimulada que le profesaba, unas horas antes del fatal accidente. Acababa de regresar de la conmemoración del 40 Aniversario de la constitución del Segundo Frente que Fidel orientó a Raúl organizar para extender la guerra a esa amplia serranía. De allí vino raudo a la Embajada de México, no recuerdo para qué conmemoración e hizo una breve escala.

El Nuncio apostólico, Monseñor Benamillo Stela, presente en aquella recepción mexicana, como el resto del cuerpo diplomático, quien le profesaba, me consta, una gran admiración y simpatía personal, lo tenía asediado en un aparte, presentándole una y otra personalidad religiosa presente en la actividad.

Fui testigo en aquella recepción de la Embajada mexicana, cuando sin ingerir un solo trago -no lo hacía casi nunca y menos trabajando y él siempre estaba en labores conspirativas-, se le ofreció para llevar hasta su casa a Luis Báez, quien andaba sin carro. Se fueron juntos y cuando regresaba de la casa de Luis, en el Vedado, para la suya en Miramar, siempre solo y sin chofer como acostumbraba, una hipoglicemia, (era un diabético crónico mal cuidado), le jugó una mala pasada en la calle 7ma.

Lo que no pudo el enemigo, que le vigilaba paranoicamente sus rastros como perro sabueso tratando de conocer en Cuba y en el Mundo en qué pasos andaba, porque sabía a ciencia cierta que en cada uno de sus desplazamientos estaba siempre una orden del Comandante en Jefe que por demás no le auguraba a ellos nada agradable ni calmado, lo hizo el destino y nos lo arrancó en toda plenitud, a pesar de sus ya muy próximo a cumplir, tres días después, los 65 años, y de estar comenzando a descompartimentar, por indicaciones de Fidel, informaciones sobre acciones vividas, haciéndolas públicas dosificadamente en la revista Tricontinental.

Sirvan estos modestos recuerdos, expuestos a 13 años de su desaparición física y en forma de semblanza, para honrar la memoria de aquél cuyas misiones y tareas siempre quedarán en el mayor de los misterios, pero que su audacia, carisma y ejemplo de fidelidad sin límites y a toda prueba para con “el maestro del Che”, siempre constituirán guía para los revolucionarios, fundamentalmente latinoamericanos tan imbricados con él , así como a los nuevos combatientes en este próximo medio siglo de la fundación del MININT.


( TOMADO DE “ANECDOTAS CON “BARBARROJA”, EL” GALLEGO PARA FIDEL” DEL LIBRO EN EDICIÓN “50 AÑOS DEL MININT” VIVENCIAS” del Coronel ® NELSON DOMÍNGUEZ MORERA (Noel)

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