lunes, 20 de diciembre de 2010

ASESINARON A FELIX, PERO NO SUS IDEAS

Asesinaron a Félix pero no pudieron ni podrán matar las ideas que defendió

por Giraldo Mazola




Guardia final de honor a Félix García realizada por Carlos Rafael Rodríguez, Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Roa, Vicepresidente de la Asamblea Nacional, el poeta nacional Nicolás Guillén, Ricardo Cabrisas, ministro de Comercio Exterior, René Anillo, ministro interino de Relaciones Exteriores, Rogelio Montenegro y Manolo Torres, vice ministros del CECE y otros compañeros.




Miles de compatriotas acompañan el féretro hasta el cementerio de Colón escoltado por milicianos de la guarnición Gerardo Abreu Fontán del MINREX.


El 11 de septiembre parece haber sido destinado para infaustas conmemoraciones. Primero con el infame revés histórico que cercenó los sueños de Allende y del pueblo chileno. Más recientemente, con los miles de inocentes que perecieron en el derrumbe de las torres gemelas.

Hace exactamente treinta años, en 1980, también un 11 de septiembre, fue asesinado en Nueva York, el diplomático cubano Félix García, víctima de la impunidad otorgada a connotados terroristas que aún hoy, y pese a esa falsa cruzada contra el terrorismo que ha causado muchos miles de muertes a los pueblos de Iraq y Afganistán, gozan de protección y privilegios del gobierno norteamericano. Su asesino confeso, involucrado también con Posada Carriles en el intento de volar el paraninfo de la Universidad de Panamá, cuando Fidel iba a reunirse con miles de estudiantes allí, se pasea hoy por las calles de Miami.

Entonces aún Carter era presidente y aspiraba a reelegirse. La situación económica desfavorable y el escándalo sobre el fracaso de la operación de rescate de los diplomáticos norteamericanos en Irán, debilitaron sus posibilidades y la contienda presidencial en Estados Unidos, ese fin de año, estuvo marcada por una demagógica pero efectiva campaña de Reagan llamando a restaurar el liderazgo y la hegemonía norteamericana en el mundo.

Y en el contexto de su estrategia política en el continente se planteaba abiertamente el aumento de la hostilidad y las tensiones en relación con Cuba a partir de los preceptos del Programa de Santa Fe, máxima expresión del movimiento neoconservador norteamericano y de su pensamiento político más retrógrado. Sobre Cuba decía: “arrancar el mal de raíz”

Los más recalcitrantes contrarrevolucionarios cubanos sabían que se avecinaba una época de máxima tensión que nos forzó, meses después de asumir la presidencia Reagan, a perfilar la concepción estratégica de Guerra de Todo el Pueblo, que resume la experiencia histórica de nuestro pueblo a lo largo de más de 100 años de lucha, como solución de masas a los problemas de la defensa desde tiempo de paz y fundamento de la nueva doctrina militar cubana, en torno a la cual se rediseñó la Defensa Nacional.

Arreciaron su ofensiva en los propios Estados Unidos estimulados por esas ideas cavernícolas realizando sabotajes contra nuestras instalaciones diplomáticas allí y asesinando a Félix.

Félix era y seguirá siendo un personaje inolvidable por su sencillez, originalidad, simpatía innata y desbordante, habilidades múltiples, desenfadado desprendimiento y sentido de solidaridad humana.

Su masivo funeral en Cuba, además de reflejar el viril repudio de nuestro pueblo a las cobardes agresiones que durante décadas han realizado mercenarios al servicio del imperio, también conllevaba la ira de todos los que lo conocimos por habernos arrebatado a un compañero sumamente querido por su afán de servicio y desinteresada conducta.

Algún amigo le puso el mote que casi se convirtió en su primer apellido porque, en su empeño de adolescente por evidenciar su fortaleza física, desarrolló exageradamente los pectorales. De ahí el apodo que sustituyó para siempre su común apellido gallego, siendo de todos conocido en lo adelante como Félix “Pechuga“.

Procedente de una familia humilde tuvo que trabajar desde temprano. Se convirtió en un diestro “dealer” del casino del hotel Riviera, en cuyo cierre e intervención participó activamente al triunfo de la Revolución.

Llevaba esa Revolución en las venas y todo lo que hacía era regido por los principios que había abrazado para toda la vida. Como parte del pueblo participó en movilizaciones militares y productivas, distinguiéndose siempre, sembrando amigos, incapaz de pasar inadvertido.

En el Ministerio de Relaciones Exteriores se destacó por su dedicación constante a las labores que le correspondían y en la ayuda que brindaba a todo el que lo requiriera. Fue de los más activos y ejemplares trabajadores de la primera “micro” del MINREX, pese a que no necesitaba vivienda.

Ello explica que sin ser de los cuadros más relevantes del organismo, los dos cancilleres cubanos con los que trabajó, Roa y Malmierca, le profesaran una distinción peculiar.

Designado en la Misión permanente de Cuba ante la ONU atendía labores administrativas pero era, sin duda, uno de los personajes de aquella Misión. “Tío Félix” le decían los niños de la escuela cubana allí radicada cuando los visitaba, sacando caramelos de todos los bolsillos.

Casi con obsesión, limpiaba y pulía todos los días, aunque no figuraba entre sus funciones, la placa de bronce a la entrada de la Misión Permanente de Cuba ante las Naciones Unidas, que nos identifica. Parecía que necesitaba que brillara cada día más, como otro símbolo sagrado de la Patria.

Aunque tampoco era su responsabilidad, siempre tenía en el auto revistas Bohemia y Granma Internacional, que repartía entre la colonia cubana radicada en Nueva York; era un proselitista nato y disfrutaba relatando las victorias de sus compatriotas en la isla. No iba en esta cruzada sólo a donde radicaban los amigos; buscaba sumar, aclarar dudas, polemizar.

Dicharachero, pero no vulgar, tenía un lenguaje críptico personal y único, que mezclaba con gestos que todos disfrutábamos para caracterizar la labor de espionaje del enemigo o enfatizar sus argumentos.

En el viaje hacia la cena con unos amigos en la barriada de Queens se detuvo en una tintorería de otros conocidos para dejar su ropa y entregarles los esperados materiales informativos. Se dijo, aunque no nos consta, cuando lo asesinaron de cuatro balazos, que había bajado el cristal de la ventanilla del auto para ripostar un insulto o para hacer un favor, respondiendo a una pregunta.

Lo que sí sabemos y debemos recordar es que consideró su labor allí como la trinchera desde donde debía combatir y dedicó a ese empeño todas sus energías, siempre, incansablemente.

Ese es el ejemplo que Félix nos deja: de trabajador infatigable, conducta vertical y combatividad permanente.

¡No te olvidaremos!

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